
“Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe” (Efesios 2:8,9)
“Y si por gracia, ya no es por obras; de otra manera la gracia ya no es gracia. Y si por obras, ya no es gracia; de otra manera la obra ya no es obra” (Romanos 11:6)
Hay una verdad que debemos siempre mantener en alto, y es que la salvación es por gracia mediante la fe (Efesios 2:8) Y que por lo tanto, nadie puede decir que si busca a Jesucristo como su salvador será rechazado.
Dios no predestina a nadie para perdición. Eso lo tenemos que tener bien claro. Quienes se pierden, lo hacen por rehusar voluntariamente creer en el Hijo de Dios (Juan 3:36)
La gracia es un don inmerecido, por lo tanto, no es excusa decir: Soy tan malo que no merezco la salvación… Porque, justamente, Cristo Jesús, vino al mundo, para salvar a los pecadores (1 Timoteo 1:15) No vino a salvar a quienes merecían ser salvos, porque no había ninguno. (Romanos 3:10-12) Por eso, Dios ofreció su salvación por gracia, a quienes no merecíamos nada. Pero, notemos bien, que, esa gracia, se recibe por fe. Es decir, creyendo, confiando en Cristo como salvador. Y para eso, uno debe sentirse perdido.
Para ser salvo, el hombre debe reconocerse pecador creyendo a lo que Dios dice acerca de los pecadores y su merecido castigo, y bajo esa convicción de pecado, y estando de acuerdo, recibir a Cristo como único y suficiente Salvador.
El corazón de los seres humanos es trabajado por el Espíritu Santo y la Palabra de Dios, para que quienes se encuentran muertos espiritualmente, sean energizados, comprendan y reaccionen aceptando por fe al salvador.
Pensamientos para reflexionar