
“Mira, yo he puesto delante de ti hoy la vida y el bien, la muerte y el mal… la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia” (Deuteronomio 30.15,19)
Dios le ha confiado muchas cosas al hombre, según su sabiduría.
A cada persona le ha confiado algo para que desarrolle en la tierra. Sin que esto, tenga algo que ver con un destino de salvación o perdición. Pues “Él quiere que todos los hombres sean salvos” (1 Timoteo 2:4)
Luego, el desarrollo de nuestra vida, no es cuestión de suerte . Nosotros quisiéramos que todo sea cuestión de suerte, porque sí así fuera, seríamos eximidos de nuestra responsabilidad. En la vida lo fundamental, son las buenas o malas decisiones, de las cuales, como semillas sembradas, llevamos las consecuencias al cosechar sus frutos.
Para bien o para mal, nuestras decisiones marcan nuestra vida.
Esaú, no tuvo mala suerte, sino que tomó una mala decisión. Despreció su primogenitura y la cambió por un plato de lentejas. (Génesis 25:34)
Para Rut la moabita, no fue cuestión de suerte. Ella tomó la decisión correcta. Dejó todo y siguió al Dios vivo y verdadero (Rut 1:16)
Rahab la ramera, es otro ejemplo de una buena decisión. Oyó acerca de Jehová y sus maravillas, creyó en su corazón y fue inmensamente bendecida (Josué 2:10) (Mateo 1:5)
¿Sufrimos, estamos insatisfechos y las cosas nos salen mal? Meditemos sobre nuestros caminos (Hageo 1:5-7) No se trata de suerte; sino de decisiones correctas, o, equivocadas.
Y tengamos siempre presente: La mejor decisión es aceptar a Cristo y cumplir su voluntad.
Pensamientos para reflexionar