
“Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu… y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios” (Romanos 8:5 y 8)
“Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros” (Colosenses 3:5)
Los creyentes sufrimos muchas veces lo que no deberíamos. Eso, es debido a que dejamos actuar demasiado a la carne. Con dolor, debemos reconocer que, lamentablemente, en la vida de los creyentes, se ve mucha carne. Una carne que se respeta y que no se quiere mortificar.
Los pueblos enemigos de Israel, tipifican a nuestros enemigos espirituales. Amalec, por ejemplo, es una figura de la carne y la lucha encarnizada que hay que mantener con ella, no dejándole nada, ni lo más pequeño. (Véase 1 Samuel 15:3) Saúl, combatió a Amalec y si bien no tuvo consideración en destruir lo que era vil y despreciable, lo mejor de Amalec y lo bueno, se lo llevó consigo. Y eso, le costó muy caro.
Al meditar estas historias vemos claramente el error. Sin embargo, muchas veces los creyentes hacemos lo mismo
Todos somos capaces de destruir lo vil y despreciable, como todos somos capaces de juzgar el mal en lo que es obviamente malo a los ojos de todo el mundo. Pero, ¡qué sucede con aquellas cosas que Dios prohíbe, pero que el mundo acepta? Muchas veces, como no nos reportan una condena social, las hacemos. Y eso es pecar contra Dios.
Queridos hermanos, la carne es la carne, combatámosla hasta en sus pequeños detalles. Y si algo está mal y es pecado, no lo toleremos. De eso dependerá nuestra paz interior y vida espiritual.
Pensamientos para reflexionar