LA MUJER QUE TOCÓ EL BORDE DE SU MANTO

(Véase Lucas 8:43 al 48)

“Y he aquí una mujer enferma de flujo de sangre desde hacía doce años, se le acercó por detrás y tocó el borde de su manto; porque decía dentro de sí: Si tocare solamente su manto, seré salva” (Mateo 9:20,21)

“Todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo” (Hechos 2:21)


Una vez se acercó al Señor Jesús una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años. Este padecimiento estaba consumiendo su vida. La sangre en las Escrituras nos representa la vida física.  “Porque la vida de toda carne es su sangre” (Levítico 17:14) Por lo tanto, el relato bíblico nos muestra a alguien que se le está yendo su vida rápidamente y pronta a su fin, esa persona que ha probado muchas cosas, recurre a Cristo por fe.

Luego de haber hecho tantas experiencias de vida buscando una solución y gastado todo cuanto tenía podemos pensar que podría haber querido que el Señor la escuchara, la viera, le prestara una atención a su caso etc. como haríamos muchos en nuestros días, cuando ante lo grave buscamos al mejor especialista y estamos dispuestos a pagarle lo que sea con tal que nos vea. Pero no, la fe no actúa así. Ella sabía que en él estaba la vida (Juan 1:4) Entonces sabía que, aunque fuera un pequeño contacto con él, tocando el borde de su manto le daría la solución que buscaba en su fe. Y el Señor no la defraudó, porque él jamás ha defraudado a nadie.

Muchos le tocaron y lo apretujaban en la multitud, pero lo de la mujer fue especial, era fe y esa fe la hizo salva. Confesó al Señor, declaro su fe y fue salva.


Pensamientos para reflexionar

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