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“Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios… No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo” (Juan 3:5 y 7)
“Dijo Jesús: No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos” (Mateo 7:21)
La salvación es maravillosa. Dios la ofrece por gracia, en virtud de la obra de Cristo en la cruz. Nada tiene que hacer el hombre para ganarla, sino que se accede a ella por fe. No se logra por obras, para que nadie se gloríe (Efesios 2:8)
Toda persona que creyó verdaderamente en Jesús como su Salvador, es salva. Lo cual es mucho más que haber sido perdonado de la condenación. Dios, que hace todas las cosas nuevas, hace también de quien ha confiado su vida a Cristo, una nueva criatura.
Teniendo en cuenta estas cosas, No podemos decir que todos los nuestros son del Señor, son creyentes, ni que, porque a veces escuchan de buena gana, conocen al salvador, sino no los vemos seguir a Cristo. Pues quien es salvo, experimenta un nuevo nacimiento (Juan 3) Y quien ha nacido de nuevo, ya no es la misma persona que era, ni se comporta como se comportaba, pues ha sido regenerado.
Lógicamente, todos quisiéramos que los nuestros sean salvos, pero para eso es necesario algo más profundo que una simple fe intelectual, o un simple asentimiento cuando se les pregunta si cree. Es necesario nacer de nuevo. (Juan 3:7)
Aquel que nace de nuevo, nace de Dios, de lo alto, y es una persona nueva que ahora quiere vivir agradando a Dios en separación del pecado y de toda especie de mal.
Pensamientos para reflexionar
