
“Sea bueno, sea malo, a la voz de Jehová nuestro Dios al cual te enviamos, obedeceremos, para que obedeciendo a la voz de Jehová nuestro Dios nos vaya bien” (Jeremías 42:6)
“Júzgame, oh Jehová, porque yo en mi integridad he andado; He confiado asimismo en Jehová sin titubear” (Salmo 26:1)
Hay un cuento que dice que un hombre, luego de la conversión se le entregó una cruz y las directivas para que marchara. Aquel hombre marchó hacia el lugar de la gloria, pero por momentos se sentía abatido por el peso. En esos momentos, se encontró con alguien que le aconsejó achicar su cruz cortándole los extremos para hacerse más fácil la marcha. Aquel hombre, ni bien pudo, hizo que a su cruz la recortaran quitándole parte de sus puntas y sus costados. Así continuó la marcha más aliviada, hasta el momento en el que se encontró frente una gran sima que le imposibilitaba seguir. Esta cavidad tremendamente profunda en la superficie se extendía por kilómetros. Allí pensó: ¿Cómo haré para cruzar? De pronto, otro peregrino que apareció, volcó su cruz colocándola a la manera de puente y pasó por encima de ella, alentándolo a que haga lo mismo. Ya que todas las dificultades para llegar, estaban contempladas por el Señor. Allí, el peregrino de la cruz pequeña vio que su cruz no daba la medida pues la había achicado y lamentó su error.
La moraleja aquí, es que Dios sabe todas las cosas y él, “no aflige ni entristece voluntariamente” (Lamentaciones 3:33) Todo lo tiene bajo su control. Nuestra parte es marchar en obediencia y confianza porque todo tiene un porqué que, en algún momento comprenderemos, aunque de momento no lo entendamos.
Continúa en la parte (2)
Pensamientos para reflexionar