LLAMADOS A SER OBREROS FIELES

“Así, pues, téngannos los hombres por servidores de Cristo, y administradores de los misterios de Dios. Ahora bien, se requiere de los administradores, que cada uno sea hallado fiel” (1 Corintios 4:1,2)

“Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad” (2 Timoteo 2:15)


El mensaje del evangelio siempre tiene poder. Es una semilla incorruptible (1 Pedro 1:23) No así, los portadores de ese mensaje. Pues los creyentes, somos simples trasmisores de la gracia de Dios,  sin ningún poder especial en nosotros mismos.

Nuestra efectividad depende de la fidelidad con la cual presentamos el mensaje del evangelio y de cómo vivimos nuestra vida cristiana, para no obstaculizarlo. Porque “si la sal se hiciere insípida, ¿con qué se sazonará? (Lucas 14:34) Nosotros somos la sal de esta tierra. Por eso, los creyentes debemos vivir para la  gloria a Dios, hasta en los más pequeños detalles. Eso nos habilitará para la predicación, y hará que haya  buena disposición en los que nos escuchen.

Obviamente, para servir a Dios necesitamos, conocer las Escrituras y prepararnos. Pero sobre todo, estar preparados  espiritualmente. Pues, en la actualidad, los que se ocupan de las cosas santas tienen mucha preparación y dedicación, pero esa dedicación muchas veces se nota que es  hacia a “la Iglesia”, o hacia a la obra, por lo que esto les atañe particularmente,  y no a Cristo. Todas las religiones tienen personas dedicadas completamente a su causa. También las artes y las ciencias. Sin embargo, el cristianismo debe mostrar personas consagradas a Cristo, todos los días, y en todo momento. Santificados por la Palabra, quienes se presenten como vivos de entre los muertos, obrando en amor, conforme a la verdad.


Pensamientos para reflexionar

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