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“Y Saulo asolaba la iglesia, y entrando casa por casa, arrastraba a hombres y a mujeres, y los entregaba en la cárcel. Pero los que fueron esparcidos iban por todas partes anunciando el evangelio” (Hechos 8:3,4)
«Mas temo que como la serpiente engañó a Eva con su astucia, sean corrompidos así vuestros sentidos en alguna manera, de la simplicidad que es en Cristo.» (2 Corintios 11:3 RVR1909)
En el comienzo de la era cristiana, los que fueron esparcidos mediante la persecución, fueron por todas partes predicando el evangelio. (Hechos 8:4) Ellos eran creyentes en Jesucristo que de una manera simple y natural hablaban de lo que llenaba su corazón (Lucas 6:45) Por ende, no es difícil comprender como se fue extendiendo el evangelio.
Las características de los primeros cristianos, los cuales sin preparación académica ni eclesiástica presentaban a Cristo, es algo de lo que nos hace mucha falta actualmente. Esa espontaneidad sincera de corazón es algo que se extraña en el cristianismo moderno. Hoy tenemos más preparación, pero, a veces estamos tan imbuidos en las ocupaciones de este mundo, que la frescura y la sencillez se pierden, y difícilmente deseamos detenernos a hablarles a los que nos rodean: ¿Y cómo les a los demás si estamos siempre apurados? ¿Cómo hablarles de algo, en lo cual tenemos que pensar nosotros, primeramente, para luego trasmitir el mensaje, pues nuestra mente está generalmente llena con las cosas de este mundo?
Un actor muy reconocido, contaba como hacía él para entrar en su personaje, y representarlo, y lógicamente, eso estaba bien, porque él no era a quien representaba. Pero nosotros somos de Cristo, por lo cual, no debemos ponernos en un personaje como algunos lo hacen los días de reunión, sino que debemos vivir de esa manera siempre, como vivían los primeros cristianos.
Pensamientos para reflexionar
