
Me mostró al sumo sacerdote Josué, el cual estaba delante del ángel de Jehová, y Satanás estaba a su mano derecha para acusarle. Y dijo Jehová a Satanás: Jehová te reprenda, oh Satanás… ¿No es éste un tizón arrebatado del incendio? (Zacarías 3:1,2)
¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios” (Romanos 8:33,34)
A mediados del siglo XIX en un salón de Inglaterra habían organizado unas reuniones evangelísticas invitando a mucha gente. Alguien que se encontraba de paso, se sorprendió al ver que el predicador era un viejo conocido suyo, amigo de fechorías a quien le conocía bien su vida de pecador. Este, movido por satanás, le envió una carta al hotel donde se encontraba hospedado, diciéndole que, si se atrevía a presentarse para predicar, él se iba a levantar para contarles a todos quien era el predicador.
En aquellos tiempos, la moral de la sociedad era más sensible que lo que es actualmente y el diablo sabía que las personas se sentirían decepcionadas y valiéndose de eso, intentó hacer fracasar la predicación.
El predicador, sintió un gran dolor en su corazón y mil fantasmas de su pasado pasaron por su mente, pero, siguió adelante con sus propósitos de anunciar a Cristo, solo que este incidente le hizo cambiar la presentación que pensaba hacer, y presentándose delante de todos, les contó acerca de la carta que había recibido, diciéndoles: Recibí esta carta con una amenaza para hacerme callar. De otra manera, alguien se levantará para hablarles de mí. Realmente, ya no tengo problemas ni de quien esconderme. Lo único que puede hacer la persona que me amenazó es contarles quien era yo en otro tiempo, no quien soy ahora, ni lo que ha hecho Cristo conmigo.
Continúa en la parte 2
Pensamientos para reflexionar