“Y Jehová el Dios de sus padres envió constantemente palabra a ellos por medio de sus mensajeros, porque él tenía misericordia de su pueblo, y de su habitación. Mas ellos hacían escarnio de los mensajeros de Dios, y menospreciaban sus palabras, burlándose de sus profetas, hasta que subió la ira de Jehová contra su pueblo, y no hubo ya remedio” (2 Crónicas 36:15,16)
Las Sagradas Escrituras nos relatan lo que pasó entre Jehová y su pueblo antes que fueran entregados en manos de los Caldeos y llevados a la cautividad en Babilonia.
Parece increíble que Dios permita tales cosas para los suyos, sin embargo, la Biblia nos muestra el porqué.
El relato bíblico es claro, y nos muestra a un pueblo pecando deliberadamente una y otra vez. Un pueblo rebelde, obstinado, sordo para oír las amonestaciones de Dios. Que en lugar de arrepentirse de sus errores se hundían cada vez más en el error, “siguiendo todas las abominaciones de las naciones, y contaminando la casa de Jehová” (2 Crónicas 36:14)
Y nos muestra como Dios que es “clemente, tardo para la ira y grande en misericordia, y que se duele del castigo” (Joel 2.13) Postergó el castigo por mucho tiempo, hasta que finalmente el castigo llegó. Y aunque, primeramente, les envió mensajeros, y profetas que los amonestaran, no dio resultado. Ellos se burlaron y menospreciaron esa palabra. Por eso, luego, ya no hubo más remedio. ¡Qué triste! Así de duro es el corazón cegado del hombre.
Dios, actualmente, obra así con los que rechazan a Cristo y no quieren vivir conforme a la verdad. Aún hoy, sigue hablándoles al corazón esperando que se vuelvan de sus malos caminos en arrepentimiento y confíen en Cristo como Salvador. Mostrándoles que en ningún otro hay salvación; porque pronto, no habrá más remedio.
Pensamientos para reflexionar