“Pero gracias a Dios, que aunque erais esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquella forma de doctrina a la cual fuisteis entregados; y libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia” (Romanos 6:17,18)
“Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres” (Juan 8:36)
El hombre escribe acerca de la libertad, la defiende y la exalta porque suspira anhelándola, pero es tan desconocida la libertad para el hombre que la confunde con otras cosas. Cree que ser libre es poder vivir lejos de sus padres haciendo su voluntad sin que nadie lo controle. Que es libre si le puede decir lo que piensa a cualquiera en cualquier lugar y en cualquier momento. Cree que ser libre es vivir como se le dé la gana, sin tener a nadie que le diga que es lo que está bien y lo que está mal, cuando todas esas cosas no son para nada la libertad.
Dios nos muestra en su Palabra que, libre no es quien hace lo que quiere, sino quien hace lo que debe.
El hombre se cree libre cuando hace lo que quiere, pero lo que quiere es algo a lo cual se encuentra ligado en esclavitud. Es esclavo del pecado que lo lleva a levantarse en rebelión contra todo lo que Dios dice, y obrando en desobediencia se autoengaña llamándose libre.
Libre es quien conoce a Cristo como salvador y conducido por el Espíritu Santo, y con una nueva naturaleza que se goza en lo bueno, hace lo agradable a los ojos de Dios. Por eso Jesús dijo: Si el Hijo os libertare seréis verdaderamente libres (Juan 8:36)
Pensamientos para reflexionar