“Respondió Natanael y le dijo: Rabí, tú eres el Hijo de Dios; tú eres el Rey de Israel” (Juan 1:49)
Marta respondió a Jesús y: “Le dijo: Sí, Señor; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo.” (Juan 11:27)
Dios muestra claramente que para ser salvo se necesita ver en Jesús al Hijo de Dios, y viendo al Hijo, creer en él para tener vida eterna.
Esta es la experiencia que hizo Pedro cuando dijo: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente. (Mateo 16:16) Él había visto en Jesús, al ungido de Dios, al Cristo, pero no simplemente como un hombre especial, sino reconociendo que ese hombre que tenía frente suyo, era el Hijo de Dios. Pedro vio al Hijo y creyó en él, por lo tanto, tuvo vida eterna. Muchos, siguieron a Jesús, viendo en él, una esperanza de que las cosas cambiaran. Muchos lo siguieron mientras resultaba conveniente seguirlo y así aprovecharon el pan que les daba o las sanidades que hacía, pero sólo los que vieron en él al Hijo de Dios, se reconocieron pecadores indignos, creyeron en él y tuvieron vida eterna.
Alguien que también vio claramente al Hijo de Dios, fue el ladrón que estaba junto al Señor en la cruz. Esa persona fue llevada por el Padre a Jesús, para que lo resucite en el día postrero, y Jesús no le echó fuera (Juan 6:37 y 39) El ladrón no tenía esperanzas para esta vida, ni le importaron en aquel momento. Por eso vio lo que tantos otros no vieron, el vio al Hijo, creyó en él y tuvo vida eterna.
Pensamientos para reflexionar