“Mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos” (Romanos 2:15)
Uno puede vivir de cualquier manera, haciendo lo que le plazca, lo único que no podrá es evitar las consecuencias.
Puede robar, traicionar, mentir, abortar, abandonar a los padres o a los hijos… pero, no podrá evitar sentir la carga de su pecado. Y eso, porque el hombre tiene un alma sensible.
Satanás le hace pensar al hombre que puede mentalizarse de tal manera que nada le duela, pero es imposible.
Herodes estaba perplejo al oír hablar de Jesús, pensando que era Juan el Bautista a quien había hecho decapitar (Lucas 9:7)
Judas, luego de haber pecado tan grandemente, atormentado por su culpa dijo: “Yo he pecado entregando sangre inocente… y fue y se ahorcó” (Mateo 27:4 y 5)
Nadie puede escapar de sus pecados, tarde o temprano, “tu pecado te alcanzará” (Números 32:23) El alma es sensible y la conciencia es un juez implacable.
Nadie puede olvidar lo que ha hecho y ser feliz mientras sus pecados no sean perdonados.
“Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada, y cubierto su pecado” (Salmo 32:1)
Esta es la única forma de poder seguir viviendo bien. Dios perdona y olvida. Echa tras sus espaldas nuestros pecados para no verlos y acordarse más (Isaías 38:17) Como quien los arroja en lo profundo del mar (Miqueas 7:18-19) Para que podamos vivir y adorarle con limpia conciencia. (Hebreos 10:16-23)
Pensamientos para reflexionar