“Os ruego, pues, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que habléis todos una misma cosa, y que no haya entre vosotros divisiones, sino que estéis perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer” (1 Corintios 1:10)
Aunque en la mayoría de los planos la diversidad de opiniones enriquece, en las cosas de Dios, disentir hace mal al alma.
La Biblia es un libro de absolutos que fija claramente las cosas como son y no se presta a discusiones. Debemos acatar lo que Dios nos dice, porque es Palabra de Dios.
Podemos disentir en aquellas cosas relativas que son discutibles, pero, no en las verdades fundamentales y necesitamos saber diferenciar bien unas de otras.
En el comienzo, los cristianos estaban “juntos y unánimes” (Hechos 2:1)
Unánime, proviene de dos palabras. UN y ÁNIMA o alma. (Es como decir: en un alma) Por eso nos habla de un mismo sentir, de un mismo pensar…
Alguien objetará: No puede estar siempre todo pintado del mismo color, necesitamos matices. A esto contestamos que no nos referimos a que todos hagamos exactamente lo mismo, pues no hablamos de UNIFORMIDAD, sino de UNANIMIDAD
Tanto en el matrimonio, como en la congregación, no deben haber disensiones, sino sometimiento a Dios y a su Palabra, para poder andar juntos y disfrutar de sus bendiciones.
¿Andarán dos juntos, si no estuvieren de acuerdo? (Amos 3:3)
Sin estar de acuerdo, es difícil caminar juntos y debemos tener presente que no se trata de transigir, sino de mantenernos en obediencia “solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz” (Efesios 4:3)
Pensamientos para reflexionar