“Ahora me gozo, no porque hayáis sido contristados, sino porque fuisteis contristados para arrepentimiento; porque habéis sido contristados según Dios, para que ninguna pérdida padecieseis por nuestra parte. Porque la tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación, de que no hay que arrepentirse; pero la tristeza del mundo produce muerte” (2 Corintios 7:9,10)
La Biblia nos presenta dos formas de tristeza. Una según el mundo, otra según Dios.
La tristeza según Dios produce arrepentimiento y eso es positivo. La tristeza según el mundo produce muerte.
La tristeza según el mundo, produce un pesar que no es arrepentimiento. Un pesar que produce remordimiento y hunde a los hombres en la desesperación y la muerte, tal el caso de Judas.
Sin embargo, cuando Dios entristece, es para que el hombre proceda al arrepentimiento y así logre escapar de su condición pecaminosa. Eso sintió el hombre que había pecado gravemente teniendo la mujer de su padre, y cuando se entristeció, confesó su pecado arrepentido y fue restaurado. (2 Corintios 2:7)
También sintió esa tristeza el joven rico, aunque, lamentablemente, prefirió seguir en el pecado que le impedía tener la vida eterna que dejar todo y ser salvo (Lucas 18:23)
Por eso nos dice la Biblia que de la tristeza de Dios no hay que arrepentirse, porque no hay nada mejor que sentir el dolor de haber pecado contra Dios y sentirse en falta. Ese sentir lo produce Dios. Nosotros, podríamos saber que estamos obrando mal, pero sin que nos duela, más cuando nos vemos ante la luz de Dios, se produce el arrepentimiento y la confesión. Allí, uno no solo se sabe en falta, sino que se siente en falta, y no descansa hasta apartarse del mal.
Pensamientos para reflexionar