TOMÁS

“Pero Tomás, uno de los doce, llamado Dídimo, no estaba con ellos cuando Jesús vino. Le dijeron, pues, los otros discípulos: Al Señor hemos visto. Él les dijo: Si no viere en sus manos la señal de los clavos, y metiere mi dedo en el lugar de los clavos, y metiere mi mano en su costado, no creeré” (Juan 20:24)


Para muchos, Tomás, el discípulo del Señor es recordado como “el incrédulo” por haber dicho que, si no metía su mano en las llagas del Señor no creería que Cristo había resucitado (Juan 20:24)

Sin embargo, Tomás fue un discípulo del Señor que había creído que el Señor era el Cristo el Hijo del Dios viviente (Juan 6:69.70) Y que, a pesar de no comprender muchas cosas en su momento estuvo dispuesto a seguir al Señor, exponiendo su vida. (Juan 11:16)

Sin duda, hubo cosas que le costaron creer porque no comprendió y Dios quiso que nosotros la supiéramos, no solamente para que veamos como ellos, eran hombres sujetos a pasiones como nosotros (Santiago 5:17) Sino también para instruirnos de manera simbólica.

Los discípulos creyentes en el Señor en ese momento, representan a los creyentes en la dispensación actual, quienes recibieron del Señor resucitado paz, y el Espíritu Santo para ser sus testigos, y que fueron enviados a llevar el mensaje de salvación.

Tomás, creyó recién en la segunda aparición, por eso nos representa, figurativamente, al remanente de Israel, que hoy no cree, sino que creerá en Cristo cuando venga por segunda vez, y que allí recién lo reconocerán como su Señor y su Dios.  

El Señor le dijo, bienaventurados los que no vieron y creyeron.  En ese grupo estamos nosotros, quienes amamos al Señor sin haberle visto (1 Pedro 1:8)


Pensamientos para reflexionar

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