
“Porque no hay diferencia, por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3;22,23)
“Mas el Dios de toda gracia… nos llamó a su gloria eterna en Jesucristo” (1 Pedro 5:10)
“Me tomaste de la mano derecha. Me has guiado según tu consejo, Y después me recibirás en gloria” (Salmo 73:23,24)
Alguien solía decir: A mi edad, para conciliar el sueño, en lugar de contar ovejitas, cuento a mis muertos… Pues siendo octogenario, recordaba a muchas personas que había conocido y que ya habían muerto. Esto mismo, podemos decir que es algo común, pues todos los que van entrando en años, al encontrarse con amigos o compañeros, inevitablemente hacen la misma constatación. ¡Cuántas personas que hemos conocido ya no están con nosotros!
Esta constatación tan común y cotidiana, debe hacernos reflexionar. Un día podemos ser nosotros los mencionados y alguien nos recortará y lamentará nuestra partida. Por eso, cada persona debe pensar: ¿Estoy preparado para morir? ¿Si me toca morir hoy adónde iré? Alguien dirá: ¡Qué Dios lo tenga en su gloria! Pero, ¿podrá Dios recibirme en gloria si nunca quise tener trato con él y soy un pecador que nunca quiso entregarle la vida a Cristo?
Siendo honestos reconoceremos que nadie es digno del cielo. Además, la Biblia dice: Por cuanto todos los hombres pecaron, todos están destituidos de la gloria de Dios (Romanos 3:23) Es decir que eso de que Dios lo tenga en su gloria, es lo que se desea, pero no lo que sucede.
La única manera de estar preparado, y tener la seguridad de que Dios nos podrá recibir en su presencia, es reconciliarnos con Dios en vida. Reconocernos pecadores perdidos y arrepentidos, recibir a Cristo como Salvador.
Pensamientos para reflexionar