
“El que descendió, es el mismo que también subió por encima de todos los cielos para llenarlo todo. Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo” (Efesios 4:10-12)
“El cuerpo, nutriéndose y uniéndose por las coyunturas y ligamentos, crece con el crecimiento que da Dios” (Colosenses 2:19)
Todos los hijos de Dios, somos miembros del Cuerpo de Cristo, es decir: miembros de su Iglesia. Por tal motivo, como miembros de ese cuerpo tenemos una función asignada, así como cada órgano de nuestro cuerpo físico está colocado, cumple una función en provecho del cuerpo entero.
Los dones espirituales, se reciben por medio del Espíritu Santo y cada creyente renacido, debe discernir que es aquello que el Señor le ha asignado. Hay infinidad de dones y ministerios. Hay muchas operaciones y actividades, aunque los creyentes fijen sus miradas y prácticamente reconozcan solo a aquellos dones más inminentes por su exposición pública. (1 Corintios 12:4-7)
La iglesia del Señor, no solo se ha edificado por medio de “Apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros” Pues debemos saber que, el cuerpo de Cristo no se edifica por medio de algunos dones específicos solamente, sino que los dones específicos para el evangelio, la enseñanza y el crecimiento entre otras cosas, son los que perfeccionan a todos los santos. Y de esa manera, todo el cuerpo va recibiendo su crecimiento, “bien unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibiendo de esa manera su crecimiento, para ir edificándose en amor” (Efesios 4:16)
Por eso, todos somos necesarios y debemos estar ocupados en ministrar el don que hayamos recibido en beneficio de los demás (1 Pedro 4:10)
Pensamientos para reflexionar