
“No añadiréis a la palabra que yo os mando, ni disminuiréis de ella, para que guardéis los mandamientos de Jehová vuestro Dios que yo os ordene” (Deuteronomio 4:2)
“Retén la forma de las sanas palabras…” (2 Timoteo 1:13)
“Esforzaos, pues, mucho en guardar y hacer todo lo que está escrito… sin apartaros de ello ni a diestra ni a siniestra” (Josué 23:6)
Marción, líder religioso herético del siglo II, utilizó sus riquezas y sus influencias con el fin de armar un Canon de las Escrituras que favoreciera sus herejías. Para hacerlo, seleccionaba las Escrituras quitando partes o porciones enteras que no veía convenientes. Por lo cual, Tertuliano, reconocido teólogo, decía sarcásticamente: “Marción enseña las Escrituras no con su pluma, sino con su cortaplumas” Hoy, muchos siguen su ejemplo y utilizan la misma técnica al enseñar la Palabra. Toman algunos puntos que reconocen como fundamentales, y el resto lo recortan por incompatibles con sus creencias equivocadas.
El Señor dijo: “Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad” (Juan 17:17) Pero no partes de la Palabra, porciones ni versículos sueltos, sino toda la palabra. El Salmista decía: “La suma de tu palabra es verdad, Y eterno es todo juicio de tu justicia” (Salmo 119:160). La Biblia, como suele decirse, de tapa a tapa es verdad, y armoniza perfectamente.
Es la Palabra que permanece para siempre (1 Pedro 1:25) Porque es la Palabra de Dios que no cambia (Malaquías 3:6) Por eso, no sufre modificaciones, ni debe adaptarse al tiempo que vivimos conforme va cambiando la gente.
Debemos tomar la Palabra íntegramente. Tomar algunas verdades bíblicas, y colocarlas sobre todo el resto de la revelación divina, no es lo correcto. Enfatizar sólo en algunos puntos y reunirse en torno a ellos, es el origen de toda secta.
Pensamientos para reflexionar