“Y en esto sabemos que nosotros le conocemos, si guardamos sus mandamientos. El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está en él; pero el que guarda su palabra, en éste verdaderamente el amor de Dios se ha perfeccionado; por esto sabemos que estamos en él. El que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo” (1 Juan 2:3-6)
Al finalizar una reunión cristiana, un hermano le pregunta a una anciana por sus hijos, quienes ya eran grandes, pero no asistían a las reuniones, si ellos eran creyentes. La anciana dijo que sí, pero el hermano, viendo la vacilación de la hermana, fue más incisivo y le preguntó: Pero, ¿Tienen la vida? Ante esa pregunta la anciana se desplomó, no pudiendo contestar positivamente.
¡Qué pregunta solemne! ¿Tienen la vida?
Uno ve a diario a personas que no son incrédulas. Sin embargo, no vemos quizás en ellos la manifestación de la vida nueva.
El que cree en el Hijo como su salvador tiene vida eterna y no irá a juicio condenatorio (Juan 5:24) ¡Qué maravilloso! Es salvo. Tiene vida eterna, porque tiene al Hijo. Esa vida está en el Hijo (1 Juan 5:11. 12)
La vida se manifiesta. El verdadero cristiano manifiesta la vida de Cristo en su vida.
La Biblia enseña que es imposible tener vida eterna y luego perderse. Pues Cristo dijo: Yo les doy vida eterna y no perecerán jamás (Juan 10: 28) Pero no dijo esto de los que se declaran simplemente creyentes, pues dice en su Palabra. Que si alguien dice ser creyente bien hace. Pero que también los demonios creen, y tiemblan” (Santiago 2:19) y eso no los hace salvos.
No dejemos de orar por nuestros seres queridos hasta que veamos en ellos la vida eterna.
Pensamientos para reflexionar