“Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan” (Hechos 17:30)
“Porque en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hechos 4:12)
Actualmente, vivimos tiempos caracterizados por la imposición. La gente no solo quiere que ser respetada, sino imponer su forma de vida al resto. Por eso, es común ver expresado ese sentimiento que dice: Yo soy así y me gusta esto y aquello. Y sí a los demás no les gusta, que miren para otro lado o se vayan… Con ese sentimiento, cada uno puede hacer lo que le parezca y obligar a los otros a que escuchen y vean cosas que no quieren escuchar ni mirar. Olvidando que uno no se manda solo, que todos estamos en cierta forma bajo autoridad y que los derechos de toda persona terminan donde comienzan los de los demás.
Este sentir equivocado, también se toma para con Dios y eso es terrible, pues a Dios nadie le impone nada, ni termina cediendo ante los caprichos de quien le quiera cambiar las formas.
Hay quienes, ante los reclamos y negativas de sus padres, los manipulan aislándose y no tratándolos. De esa manera los padres terminan cediendo y ellos una vez más imponen las reglas. Ante Dios, esa extorsión sentimental no funciona.
Cuando Dios manda, el hombre debe obedecer. Él puso un solo medio de salvación, para todo aquel que reconociéndose pecador recibe a Cristo como salvador. No hay otro nombre, ni ninguna otra forma. No hay imposiciones ni desplantes que hagan cambiar la manera salvadora de Dios.
Pensamientos para reflexionar