“Si me amáis, guardad mis mandamientos… El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él. El que no me ama, no guarda mis palabras; y la palabra que habéis oído no es mía, sino del Padre que me envió” (Juan 14:15 y 23,24)
El Señor Jesús, nos enseñó que debemos guardar sus mandamientos y guardar su palabra. Podríamos preguntarnos: ¿Qué diferencia hay entre sus mandamientos y su Palabra?
A esto podemos decir que, en la Biblia, vemos como mandamientos, aquellos deseos puntuales que el Señor ha formulado, expresados imperativamente, los cuales todo creyente debe obedecer. Esto lo encontramos en versículos que textualmente lo dicen: Por ejemplo: “No juzguéis, para que no seáis juzgados” (Mateo 7:1), “Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen” (Mateo 5:44) etc.
En cambio, cuando dice “mi Palabra”, en la expresión su Palabra, se encuentra una mayor amplitud, pues se refiere a todo lo que él dijo y todo lo que desea, lo cual está claramente expresado en su Palabra, por más que no lo haya dicho literalmente en un versículo.
Hay quienes dicen: Emborracharse está mal, Dios lo dice en Efesios 5:18, pero, ¿drogarse? No hay ningún versículo que prohíba drogarse. Sin embargo, clara es la voluntad de Dios al respecto y la encontramos en toda su Palabra.
Quien dice amar al Señor, debe mostrarlo guardando su Palabra. El Señor Jesús no dijo: El que me ama, es aquel que lo dice constantemente. Quien interrumpe las conversaciones diciendo: ¡Amén!, ¡Gloria! ¡Aleluya!, sino: “el que me ama, mi Palabra guardará”.
Pensamientos para reflexionar