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Tomarás especias finas: de mirra excelente quinientos siclos, y de canela aromática la mitad, esto es, doscientos cincuenta, de cálamo aromático doscientos cincuenta, de casia quinientos, según el siclo del santuario, y de aceite de olivas un hin. Y harás de ello el aceite de la santa unción; superior ungüento, según el arte del perfumador, será el aceite de la unción santa. (Éxodo 30:23-25)
“Y todo lo que valorares será conforme al siclo del santuario” (Levítico 27:25)
Todo lo que se pesaba y que tenía que ver con las cosas santas, tenía una característica. Tenía un peso que era “según el siclo del santuario” Véase (Éxodo 30:13, 24; 38:24)
Los mercaderes utilizaban pesas para la plata y el oro, para todas sus transacciones, pero la balanza del santuario era la que daba plena seguridad, allí estaba la medida y el peso justo de todas las cosas.
La mención del Santuario, nos sugiere la presencia de Dios, y hablando espiritualmente, es ahí, delante de Dios, donde vemos exactamente el valor y la medida que tienen todas las cosas.
Para nosotros, hoy en día, buscar pesar las cosas en la balanza del santuario, significaría colocarnos en la presencia de Dios, buscando por medio de su Palabra la correcta apreciación divina. Allí se terminarían todas nuestras pobres e inexactas apreciaciones.
Los espías enviados a reconocer la tierra de Canaán, excepto Josué y Caleb, vinieron desalentados al ver gigantes, porque a su parecer, ellos eran como langostas (Números 13.33) Nuestro parecer nunca puede ser la verdadera guía.
Asaf, viendo la prosperidad de los hombres malos casi se desliza del camino sintiendo envidia. “Hasta que, entrando en el santuario de Dios, comprendió el fin de ellos” (Salmo 73:17)
Situarnos en la presencia de Dios a la luz de su Palabra, nos dará siempre la apreciación justa de todas las cosas.
Pensamientos para reflexionar
