SANTIFICACIÓN  (Parte I)

“Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor” (Hebreos 12:14)

“Porque ya sabéis qué instrucciones os dimos por el Señor Jesús; pues la voluntad de Dios es vuestra santificación” (1 Tesalonicenses 4:2,3)


En estos tiempos, hay una palabra que para muchos produce cierta urticaria, y es la palabra: Santidad. Sin embargo, entre los cristianos no debería ser así.

Dios nuestro Padre es Santo (Juan 17:11) El Hijo es Santo (Lucas 4:34) El Espíritu es Santo (Efesios 4:30) y todo lo de Dios guarda ese carácter.

Ser Santo, significa estar separado de lo impuro, separado para Dios. Santidad es separación y ese carácter de Dios lo vemos desde el principio. “Separó Dios la luz de las tinieblas” (Génesis 1:4)

Dios siempre separa lo que no puede ni debe estar junto ni asociado. (2 Corintios 6:14,15)

En la actualidad, a muchos, cuando se les habla de santidad, interpretan en eso religiosidad y legalismo. No podemos negar que muchos grupos cristianos malinterpretaron la santidad queriéndola aplicar de modo religioso y legalista, pero la Biblia nos habla de ella y nos la reclama, por lo cual no podemos ignorarla, sino vivir conforme a ella según el pensamiento de Dios.

Cuando los cristianos no viven separados de todo aquello que es impuro, y que Dios desaprueba, deben bajar los estándares puestos por Dios, pero como ni con eso les alcanza, y arrancar las hojas de la Biblia no pueden, terminan por dejar la palabra de lado, sin estudiarla en lo personal y utilizándola a conveniencia en la congregación, de manera descontextualizada para apoyar su propio parecer.


Pensamientos para reflexionar

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