“Además os declaro, hermanos, el evangelio que os he predicado… Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras” (1 Corintios 15:1,3,4)
“Nosotros predicamos a Cristo crucificado” (1 Corintios 1:23)
“Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado” (1 Corintios 2:2)
Si predicáramos el amor de Dios, pero no como lo presenta la Biblia, un amor manifestado en habernos dado a un salvador maravilloso en Cristo Jesús quien murió por nuestros pecados, sino un amor aplicado a nuestras situaciones terrenas; los creyentes que se formen influenciados por esas prédicas, serán creyentes netamente terrenales.
Quienes solos predican que hay que acercarse a Dios para mejorar la vida, porque él soluciona todas las cosas; sin hablar del pecado, de la perdición, de la obra de Cristo en la cruz como ofrenda por el pecado, del valor de su sangre y de su resurrección; no predican el evangelio.
El evangelio es la buena noticia que Dios hace llegar al hombre ante su bancarrota moral. Los que no se sienten perdidos, no sienten la necesidad de un salvador. Sin embargo, aunque no se reconozcan perdidos, igualmente necesitan un solucionador para sus problemas. Por eso, aceptan los mensajes que solo los favorecen y no los comprometen, porque eso les permite seguir viviendo sin convertirse verdaderamente.
¡Cuidado! Esos mensajes que solo presentan a Cristo como solución a todo lo malo terrenalmente, no son mensajes de salvación. Con mensajes motivadores o alentadores, nadie pasa de la muerte a la vida. La palabra de verdad, el evangelio de la salvación, es el mensaje que se debe creer para salvación. (Efesios 1:13) Y ese es un mensaje completo.
Pensamientos para reflexionar