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A todos los sedientos: Venid a las aguas; y los que no tienen dinero, venid, comprad y comed… ¿Por qué gastáis el dinero en lo que no es pan, y vuestro trabajo en lo que no sacia? Oídme atentamente, y comed del bien, y se deleitará vuestra alma (Isaías 55:1,2)
“Jesús, respondiéndole, dijo: Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra de Dios” (Lucas 4:4)
Comer en las Sagradas Escrituras tiene varios significados que se relacionan entre sí, pero que también marcan sus diferencias.
Comer para salvación, por ejemplo, “El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna” (Juan 6:54) es apropiarse de la persona del Señor Jesús, en quien se cree como salvador. Es asimilar el valor de la muerte y de la sangre del Señor Jesús, lo cual obviamente, es mucho más que un simple creer. Es como quien confía en la eficacia de un remedio y por eso lo toma.
Comer una vez salvo, para crecer en la gracia y en el conocimiento de nuestro Señor Jesucristo, tiene otro sentido. Es comer alimentándose de las Sagradas Escrituras que dan testimonio de él. Es comer para crecer, para tener buena salud espiritual, para estar fuerte contra todo embate. “Porque no solo de pan vivirá el hombre” Y así como nuestro cuerpo necesita alimento, también la parte espiritual nuestra necesita alimentarse de Cristo a través de la Palabra.
Comer de las cosas santas era un privilegio sacerdotal. Antiguamente, solos los sacerdotes, comían de las cosas sagradas, salvo pocas excepciones y siempre debían hacerlo en condiciones puras. Esto para nosotros se aplica perfectamente a comer (tener parte, llenarnos) de aquellas cosas que llenan el corazón de Dios, como lo hacemos cuando participamos en una sana comunión cristiana, sentados a la Mesa del Señor.
Continúa en la parte 2
Pensamientos para reflexionar