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“Hijo mío, si recibieres mis palabras, Y mis mandamientos guardares dentro de ti, haciendo estar atento tu oído a la sabiduría… Entonces entenderás el temor de Jehová, Y hallarás el conocimiento de Dios” (Proverbios 2:1,2 y 5)
“El Señor dijo: Estad atentos, y oíd mi voz; atended, y oíd mi dicho” (Isaías 28:23)
Cuentan que una vez, un hermano que visitaba una congregación, se levantó calladamente para presentar la palabra, pero al hacerlo, llamó la atención de todos, porque se acercó a una mesa que servía de púlpito para apoyar su Biblia, con una piedra en la mano.
Los ojos de todos estuvieron fijos en aquella piedra y cada uno de los presentes pensó que la predicación sería en alusión a la piedra que había colocado a la vista de todos. El hermano, oró, abrió su Biblia, presentó la Palabra y todos estaban atentos sin perder detalle. Los minutos pasaban y el hermano no hacía ninguna mención a la piedra, hasta que, terminando el mensaje, cerró su Biblia y pidió que el Señor bendijera su Palabra.
Ese día la reunión fue distinta. Todos sin excepción prestaron atención al mensaje, cosa que lamentablemente no ocurría siempre. Y todos salieron gozosos de la reunión. La piedra sirvió para ganar la atención de la concurrencia.
Este hecho nos muestra lo importante que es estar atento. Lidia, la vendedora de Púrpura, estuvo atenta a lo que Pablo decía y en ese mismo día se convirtió al Señor (Hechos 16:14)
Cada vez que Dios nos habla por medio de su Palabra debemos estar atentos, no distraernos, ni relajarnos, sino apartarnos de todo pensamiento, de toda inquietud, y escuchar atentamente lo que tuviera que decirnos, predisponiendo nuestro corazón.
Pensamientos para reflexionar
