
Dijo Jesús: “Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto” (Juan 15:5)
“Para que sea manifiesto que sus obras son hechas en Dios” (Juan 3:21)
A veces, se hace difícil saber quién ha recibido a Cristo como su salvador verdaderamente. Muchos son cristianos nominales, solamente de profesión; sin haber tenido un verdadero encuentro con Cristo, sin haber experimentado arrepentimiento y sin haber sentido el horror de su condenación a causa del pecado.
La Biblia dice, que a pesar de que muchas veces, se hace difícil saberlo: “el fundamento de Dios está firme, teniendo este sello: Conoce el Señor a los que son suyos” (2 Timoteo 2:19) y “por sus frutos los conoceréis” (Mateo 7:20,21)
Los frutos hacen que se conozca el árbol. Ante esto, muchos objetan, que no solamente la conversión cambia a las personas, la religión también hace que las personas cambien sus hábitos. Sin embargo, hay una gran diferencia, entre quienes han sido transformados y quienes solamente han cambiado sus hábitos.
Quien se convierte a Dios, pasa de muerte a vida y en el poder de esa vida, que es la naturaleza divina en él, da frutos para la gloria de Dios. No solo cambia los hábitos, sino los gustos que provocan esos hábitos. Lo cual habla de un cambio interno.
Quien solamente ha cambiado debido a su religión, podrá pasar el día en la iglesia, pero seguirá deseando intensamente el mundo y sus cosas (Modas, música, gloria, concupiscencias etc.) Porque sus gustos seguirán siendo los mismos, los de la naturaleza caída.
Pensamientos para reflexionar