
“Mas yo esperaré siempre, Y te alabaré más y más” (Salmo 71:14)
Cuando atravesamos una prueba, esperamos la restauración, o vivimos situaciones donde necesitamos imperiosamente que Dios actúe; tengamos por cierto que vendrá el enemigo para angustiarnos, queriendo que dudemos del amor de Dios.
¿Dónde está tu Dios? Esa es su voz que se levanta hiriente como una espada que atraviesa el alma…
A esta voz, que desea llevarnos a cuestionamientos, contestémosle como el salmista: “Esto sé, que Dios está por mí” (Salmo 56:9)
No dudemos. El que dijo: “No te desampararé, ni te dejaré” (Hebreos 13:5) No faltará a su palabra. No hemos dejado de pertenecer a Quien tanto nos amó.
Amados, en los momentos críticos: “conservaos en el amor de Dios” (Judas 1:21)
El amor de Dios es inalterable. Siempre está para con nosotros. “Nunca deja de ser” (1 Corintios 13:8) Pero, podemos dejar de verlo cuando sólo miramos lo que nos duele.
Conservarnos en su amor, es guardarnos allí, mantenernos…
Su amor lo regulará todo para que obre para nuestro bien. Mantengámonos firmes en la fe.
Pronto las cosas tomarán otro vuelo. De una u otra manera las cosas cambiarán y podremos decir: “Pero el Señor estuvo a mi lado, y me dio fuerzas” (2 Timoteo 4:17)
Por eso, repitamos como el Salmista: ¿Porque te abates oh alma mía, y te turbas dentro de mí? Espera en Dios; porque aun he de alabarle” (Salmo 42:5)
Pensamientos para reflexionar