“Testificando a judíos y a gentiles acerca del arrepentimiento para con Dios, y de la fe en nuestro Señor Jesucristo” (Hechos 20:21)
“Porque no quiero la muerte del que muere, dice Jehová el Señor; convertíos, pues, y viviréis” (Ezequiel 18:32)
Actualmente, nadie se convierte según el sentido bíblico si no acepta a Cristo como Salvador.
Nadie acepta a Cristo como su Salvador si no se siente perdido. Nadie se siente perdido si no siente el peso del pecado que lo condena. Nadie a la vez experimenta tales sentimientos, sino es convencido por el Espíritu Santo y por la Palabra. Y nadie llega a estar en ese estado sino recibe la Palabra y deja actuar al Espíritu Santo.
Toda persona, debe, no sólo asistir adonde se esté predicando la palabra de Dios y el evangelio de la salvación, sino que debe recibir mansamente la Palabra (Santiago 1:21) y dejarla actuar en su corazón. La Palabra lo hará pensar y reflexionar y el Espíritu Santo lo iluminará para que se vea delante de Dios y reconozca su estado.
Todo esto es el trabajo de Dios para que el hombre se reconozca, arrepienta y se sienta perdido. Pero, el trabajo divino no termina allí. Sino que, estando en ese estado, Dios le presenta la salvación, y le dice al hombre que la reciba creyendo en Jesucristo como Salvador.
Todo esto lo realiza Dios no obligando a nadie, pero muchos no dejan que este trabajo se cumpla y desechan la Palabra, no dándole cabida en su mente ni en su corazón. Por lo tanto, en ellos no puede haber una conversión porque no dejan que se produzca.
Pensamientos para reflexionar