Una palabra de exhortación
“Pero yo, cuando ellos enfermaron, me vestí de cilicio; Afligí con ayuno mi alma, Y mi oración se volvía a mi seno” (Salmo 35:13)
“Y volví mi rostro a Dios el Señor, buscándole en oración y ruego, en ayuno, cilicio y ceniza” (Daniel 6:3)
¿Cómo podremos estar llenos del Espíritu, si lo que nos llena son las cosas materiales, carnales y mundanales? ¿Cómo orar en el Espíritu, si vivimos ocupados de las cosas de este mundo? ¿Cómo regocijarnos viendo al Señor, si hasta minutos antes de ir a la reunión estamos llenando nuestra mente y corazón con las cosas que no proceden del Padre? (1 Juan 2:16)
Muchos podrán decir que esto que decimos es una exageración, pero si somos sinceros, reconoceremos que, por lo general, no estamos bien espiritualmente, por falta de ayuno.
Debemos reconocer que, para muchos, se hace difícil comprender la Palabra, y son selectivos en las predicaciones, debido al estado espiritual en el viven y en el que asisten a las reuniones.
Debemos reconocer que muchos, a pesar de que desean que sus familiares se conviertan, no tienen poder espiritual para hablarles y razonar con ellos, porque con frecuencia, se suman a lo que hacen los otros, en lugar de hacer que los otros se conviertan a ellos (Jeremías 15:19)
Cuanto más vemos que se degrada el mundo, más debemos vivir en oración y ayuno. El ayuno que necesitamos, es el de estar en la presencia del Señor absteniéndonos todo cuanto alimente nuestra carne en el sentido espiritual.
Tengamos presente: El espíritu malo que domina al mundo y que debemos resistir los creyentes, no se disipa, sino es con oración y ayuno.
Pensamientos para reflexionar