
“Entre tanto que voy, ocúpate en la lectura” (1 Timoteo 4:13)
“Bienaventurado el que lee” (Apocalipsis 1:3)
“Para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Romanos 12:2)
Todos los creyentes quieren conocer la voluntad de Dios. Y Dios que es el primer interesado en que conozcamos su voluntad, nos habla por medio de su Palabra.
Hay quienes quisieran que Dios les diga algo en especial, le muestre el camino que deben seguir, etc. pero no abren sus Biblias. En otros tiempos, antes de haber enviado a su Hijo desde los cielos y antes de que tuviéramos la Biblia completa, Dios habló por diferentes medios. Pero ahora, “En estos postreros días nos ha hablado por el Hijo” (Hebreos 1:2) y todo cuanto dijo el Hijo, y que Dios quiso que supiéramos, lo tenemos en las Sagradas Escrituras.
Nadie puede decir hoy que Dios le ha hablado dándole una nueva revelación, pues eso es falso. La revelación de Dios y todo cuanto ha querido Dios que sepamos lo tenemos en las Escrituras.
Hoy no es tiempo de que Dios revele cosas nuevas por sueños, ni enviando a sus ángeles, ni a profetas como oráculos suyos, porque nueva revelación no hay, lo revelado está en la Palabra.
Debemos leer la Biblia, y escucharemos la voz de Dios hablándonos al corazón, no de manera audible en el sentido literal, sino dirigiéndose a nuestro ser interior.
Leámosla de la manera que mas nos guste. En una lectura sistemática anual, por temas, por libros, como sea, pero ocupémonos en la lectura de la Palabra.
Pensamientos para reflexionar