“Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud, antes que vengan los días malos” (Eclesiastés 12:1)
“Si oyereis hoy su voz, No endurezcáis vuestros corazones” (Hebreos 4:7)
En la Biblia se mencionan casos de conversiones tumbantes, las cuales se produjeron de forma relámpago, como el de la conversión del Apóstol Pablo yendo camino a Damasco (Hechos 9). Y también, de otras conversiones donde el convertido fue viendo las cosas de una manera gradual. Oyó, pensó, se angustió y creyó obteniendo finalmente la paz con Dios. De todos modos, en ambos casos, nadie se convierte sin un trabajo previo de Dios en su ser interior, por medio del Espíritu Santo y de la Palabra.
Dios trabaja los corazones, arando la tierra endurecida para que la semilla del evangelio pueda crecer en ese terreno. Llama mediante el mensaje de salvación y su Espíritu va iluminando, convenciendo y accionando la Palabra para derrumbar todo prejuicio, idea preconcebida, y todo argumento. Por eso, porque todo tiene un proceso ¡Qué riesgoso es esperar al último momento para aceptar a Cristo!
Muchos, al escuchar el mensaje, lo rechazan dejándolo para después. Eso es una locura. Nadie puede estar seguro que después tendrá la oportunidad, el tiempo, las condiciones mentales y espirituales para recibir a Cristo como salvador. Las personas no solamente deben estar conscientes, cosa difícil a último momento, cuando mil cosas vienen la mente o la enfermedad aturde; sino que deben estar en condiciones para escuchar la voz del Señor, reflexionar y aceptar. Por eso, la decisión más importante, no se puede dejar para luego.
Pensamientos para reflexionar