“Jesús le dijo: ¡María! Volviéndose ella, le dijo: ¡Raboni! (que quiere decir, Maestro). Jesús le dijo: No me toques, porque aún no he subido a mi Padre; mas ve a mis hermanos, y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios”
(Juan 20: 16,17)
Para muchos, el pasaje que nos muestra María y al Señor resucitado en el evangelio de Juan, es difícil de entender, sobre todo, porque muchos han presentado interpretaciones erróneas en cuanto a lo que dijo el Señor: “no me toques, porque aún no he subido a mi Padre” diciendo que el Señor, cuando murió no fue al paraíso y que los hombres luego del último suspiro, al morir, no van a ningún lado, sino que entran en el sueño del alma, o cosas por el estilo.
Obviamente, eso no es así, son malas interpretaciones y falsas doctrinas que propagan algunas sectas y que fueron surgiendo a través de los tiempos.
El Señor al morir, fue inmediatamente al paraíso, tal como se lo había prometido al ladrón que lo confesó antes de morir en la cruz. El paraíso es la morada de Dios, es el tercer cielo (2 Corintios 12:2) El lugar que nos habla de la presencia inmediata de Dios. Allí fue el Señor, y también aquel ladrón convertido en el último momento de su vida.
Lógicamente, el cuerpo del Señor no subió al paraíso, fue a la tumba, al igual que el del ladrón, pero sus espíritus fueron al paraíso, porque el espíritu vuelve a Dios (Eclesiastés 12:7)
Al morir, la parte inmaterial del ser, se separa del cuerpo. El cuerpo va a la tierra y el espíritu vuelve a Dios.
Continúa en la parte 2
Pensamientos para reflexionar