
“Y en toda la tierra de Israel no se hallaba herrero; porque los filisteos habían dicho: Para que los hebreos no hagan espada o lanza. Por lo cual todos los de Israel tenían que descender a los filisteos para afilar cada uno la reja de su arado, su azadón, su hacha o su hoz. Y el precio era un pim por las rejas de arado y por los azadones, y la tercera parte de un siclo por afilar las hachas y por componer las aguijadas” (1 Samuel 13:19-21)
Saúl fue el primer rey de Israel, un rey elegido según el deseo de la carne. El pueblo no quiso seguir más dirigido por Dios por medios de los jueces y pidieron tener un rey como las demás naciones Luego de eso, como sucede siempre que uno desea conducirse por la carne, comienzan la decadencia y las necesidades.
En tiempos de Saúl, no había herreros en Israel, pues, para el filisteo que los quería subyugar, no había cosa mejor que manejar ellos mismos los recursos de defensa del pueblo de Dios.
El Señor llama a su pueblo a estar “asidos de la palabra de vida” (Filipenses 2:16) “que es la espada del Espíritu” (Efesios 6:17) Un herrero, en el sentido espiritual, es quien prepara y pone en manos del pueblo la espada de la Palabra de Dios, cosa que el enemigo en todos los tiempos quiso impedir. Un herrero es quien provee aquello que luego utilizaremos para la labranza, para alimentarnos, para defendernos.
Cuando el enemigo, y en nuestro caso el enemigo es satanás dominando el sistema de este mundo, es quien debe afilar nuestras armas y proveernos, estamos tan mal como Israel en los tiempos de Saúl, porque cuando el mundo tiene injerencia en nuestras cosas, a lo sumo, y pagando un buen precio, nos dará algo para que nos sigamos alimentando, pero nunca las armas para que lo combatamos.
Pensamientos para reflexionar