“En las edades pasadas él (Dios) ha dejado a todas las gentes andar en sus propios caminos; si bien no se dejó a sí mismo sin testimonio” (Hechos 14:16,17)
“Siendo, pues, linaje de Dios, no debemos pensar que la Divinidad sea semejante a oro, o plata, o piedra, escultura de arte y de imaginación de hombres. Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan” (Hechos 17:29,30)
Los hombres “cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles” (Romanos 1:23) adorando a lo creado, en lugar de a su creador. Al principio, reconocían al Dios que les daba la lluvia, luego adoraron a la misma lluvia y así sucedió con las demás cosas, por lo cual el hombre es inexcusable.
Pero, entre lo seres humanos, hay otra categoría de personas. Son los que rechazaron el evangelio, los que no obedecieron el evangelio de nuestro Señor Jesucristo (2 Tesalonicenses 1:9)
Ante esto uno puede preguntarse: ¿La salvación es por fe o por obediencia? Obviamente, por fe. Pero esa fe, implica obediencia al llamado de Dios, Obediencia al llamado de arrepentimiento (Hechos 17:30) Debido a esto es que leemos que cuando se predicaba en Jerusalén muchos se convertían y también los sacerdotes en lugar de seguir sometidos a la ley, obedecían a la fe, creyendo en el Señor Jesús para salvación. (Hechos 6:7)
La Palabra es clara. Los que se pierden, no es porque no hayan sido elegidos por Dios para salvación, ni por haber nacidos predestinados a perderse. Eso es una mentira del diablo para hacer quedar mal a Dios.
Cualquiera fuera el tiempo en el que hayan vivido, los hombres se pierden por voluntad propia. Por no haber conocido a Dios, o por rechazar el mensaje del evangelio.
Pensamientos para reflexionar