“Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados, en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia” (Efesios 2:1,2)
“Y a vosotros, estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con él, perdonándoos todos los pecados“ (Colosenses 2:13)
Que el hombre sin Dios está muerto en sus delitos y pecados, no quiere decir que este inerte para toda cosa. Sin pensar, actuar, decidir etc. Está muerto en cuanto a Dios. Es decir, separado de Dios, en un estado de desinterés e indiferencia, totalmente incapacitado para salvarse por sí mismo y para buscar a Dios por iniciativa propia. Pero, todo eso, no impide que mantenga la facultad intacta para rehusar creer en aquello que se le dice. Por eso el hombre es responsable ante Dios por las decisiones que toma. Pues no esta muerto, ni inactivo para pecar, ni para rechazar la gracia, sino muerto en sus delitos y pecados para con Dios.
Si Dios dejara al hombre abandonado a su suerte, se perdería para siempre. Pero no, Dios busca al que está perdido y lo alumbra para que sienta su perdición, se arrepienta y reciba la salvación que se le ofrece por gracia, mediante la fe.
No lo salva automáticamente a la fuerza, ni espera que ejerza un libre albedrío, es decir que elija voluntaria y libremente el camino al cielo en lugar del infierno. Porque el hombre no tiene esa libertad de elección, ya que, a causa del pecado, está esclavizado bajo una fuerza que lo inclina al mal. Sino que trabaja su corazón por medio de la Palabra y su Espíritu para que finalmente, reaccione y reciba a Cristo.
Pensamientos para reflexionar