(Leer Éxodo 4:1-9)
“Y le dijo el Señor (a Moisés) Quita el calzado de tus pies, porque el lugar en que estás es tierra santa. Ciertamente he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he oído su gemido, y he descendido para librarlos. Ahora, pues, ven, te enviaré a Egipto… Este es aquel Moisés que estuvo en la congregación en el desierto con el ángel que le hablaba en el monte Sinaí, y con nuestros padres, y que recibió palabras de vida que darnos” (Hechos 7:33-38)
Dios le dijo a Moisés que tomara su vara, y esa vara se convirtió en culebra, la cual tomada por su cola se volvió a convertir en vara. También, comprobó que, metiendo su mano en su seno, la sacó leprosa. Y luego, por el poder de Dios lo volvió a hacer y la sacó limpia. Además, se le dijo que, si con todas estas cosas no le creían, tomara las aguas del río y las derramara en tierra para que se convirtieran en sangre.
Estas señales, significaban mucho, pues hablaban del poder de Dios sobre la culebra, figura de Satanás. Del pecado, figura de la lepra y de la redención de la tierra por medio de la sangre. Todo lo cual, luego se cumplió en Cristo, no solamente para Israel, sino para con todos nosotros.
Con este conocimiento, el siervo de Dios, debe marchar adelante por fe, porque, aunque sea resistido, Dios siempre tiene el poder sobre la serpiente y sobre el pecado.
Figurativamente, estas señales son muy aleccionadoras. Aprendemos que Dios se digna a utilizarnos utilizando lo poco o mucho que tengamos a mano (la vara), porque el poder es suyo. También que cada vez que hurguemos en nuestro interior, solo constataremos que somos pecadores salvados por gracia, y que la tierra, únicamente, recibe la bendición por la sangre. La sangre de Jesucristo, que habla mejor que la de Abel (Hebreos 12:24)
Pensamientos para reflexionar