“Tarde y mañana y a mediodía oraré y clamaré, Y él oirá mi voz” (Salmo 55:17)
“Ciertamente el anhelo de mi corazón, y mi oración a Dios por Israel, es para salvación… Los que son mis parientes según la carne. (Romanos 10.1 y 9:3)
El apóstol Pablo nos da un verdadero ejemplo de amor hacia los suyos, orando por ellos de una manera que debemos considerar.
Los israelitas pasaban por momentos difíciles. Sufrían persecución y dificultades económicas bajo el poder de Roma. Sin embargo, Pablo aquí no ruega por esas cosas; el Espíritu de Dios pone de manifiesto que su oración era por algo más importante: Su salvación.
Para la mayoría de aquellas personas él había apostatado. ¿Saulo de Tarso, cristiano? No podían comprenderlo. Lo criticaban y hasta se habían enojado con él. Sin embargo, él los amaba y oraba por ellos para que sean salvos.
Y nosotros, ¿oramos por nuestros parientes? ¿Por nuestros amigos, y conocidos? ¿Y si lo hacemos, cómo lo hacemos?
Muchas veces, ellos mismos nos piden oración por alguna necesidad del momento, y oramos; pero, ¿oramos por su salvación?
La verdadera necesidad de las personas es su destino eterno. “Porque ¿qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?” (Marcos 8:36)
Hoy estamos vivos, mañana no sabemos; porque el mañana no nos pertenece.
No perdamos la oportunidad de hablarles a los nuestros y de orar por ellos para que sean salvos.
Pensamientos para reflexionar