
“Dejaos del hombre, cuyo aliento está en su nariz; porque ¿de qué es él estimado?” (Isaías 2:22)
“Mejor es confiar en Jehová Que confiar en el hombre” (Salmo 118:8)
“A fin de que pongan en Dios su confianza, Y no se olviden de las obras de Dios” (Salmo 78:7)
Los israelitas quisieron tener un rey y tuvieron al mejor según la carne. El elegido fue Saúl, un varón que cumplía todas las expectativas carnales: “Saúl era joven y hermoso. Entre los hijos de Israel no había otro más hermoso que él; de hombros arriba sobrepasaba a cualquiera del pueblo” (1 Samuel 9:2) Sin embargo, Dios les anticipó como los trataría el rey que reinaría sobre ellos, y lo que les sucedería por haberlo desechado. Y todo cuanto fue dicho, lo experimentaron en el tiempo.
Así sucede siempre cuando en lugar de apoyarse en Dios uno se apoya en el hombre “Maldito el varón que confía en el hombre, y pone carne por su brazo, y su corazón se aparta de Jehová” (Jeremías 17:5)
No debemos olvidar nunca que el mejor de los hombres, es simplemente un hombre, y en la naturaleza carnal de todo hombre hay un Caín que se levanta contra su hermano. Un Esaú que, por saciar su apetito carnal, desprecia las cosas de Dios, un Balaam que ama el premio de la maldad, o un Judas que traiciona y se vende …
En toda naturaleza pecaminosa está la facultad de hacer las barbaridades mas grandes, por eso es que no podemos esperar nada del hombre, sino esperarlo todo de Dios.
Hubo un solo hombre en la tierra, en el cual Dios encontró su complacencia, el hombre Cristo Jesús.
Pensamientos para reflexionar