“Por la fe Moisés, cuando nació, fue escondido por sus padres por tres meses, porque le vieron niño hermoso, y no temieron el decreto del rey. Por la fe Moisés, hecho ya grande, rehusó llamarse hijo de la hija de Faraón, escogiendo antes ser maltratado con el pueblo de Dios, que gozar de los deleites temporales del pecado” (Hebreos 11:23-25)
¡Qué hermosa es la historia de Moisés! “Un varón de la familia de Leví fue y tomó por mujer a una hija de Leví” (Éxodo 2:1) Esto, aplicándolo en sentido espiritual, nos hace pensar en el principio de la bendición de Dios. El padre de Moisés, no buscó en el mundo, ni en las demás naciones. Buscó entre las hijas de Israel una mujer de su misma fe, de su mismo origen y Dios bendijo su matrimonio y su descendencia.
Formó un matrimonio de fe, que no dudó en obedecer a Dios ante que a los hombres, y habiendo tenido a su hijo lo preservó para Dios. Con inteligencia espiritual y temor de Dios prepararon una arquilla de junco y la calafatearon con asfalto y brea, sabiendo que llegaría el momento en que se tendrían que separar y el niño debería estar preparado para conservarse. ¡Qué ejemplo para los padres cristianos!
Nosotros también debemos trabajar en ellos para impermeabilizarlos, porque llegará el momento en que saldrán de casa y deberán conservarse manteniendo la fe, para no naufragar (1 Timoteo 1:19) Estarán expuestos a lo peor, pero el Señor estará con ellos guiando todas las cosas, pero nuestra labor como padres, desde que nacen, es trabajar en aquello que luego los preservará. Recordemos que, con cada hijo, Dios también nos dice: “Toma este niño y críamelo, y yo te lo pagaré” (Éxodo 2:9)
Pensamientos para reflexionar