“Desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación, si es que habéis gustado la benignidad del Señor” (1 Pedro 2:2,3)
“Porque escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra de Dios” (Lucas 4:4)
En un campo de concentración, el guardia cada día les dejaba la comida a los detenidos en la puerta de sus celdas. Con frecuencia, encontraba la comida sin tocar y se daba cuenta que aquel detenido había muerto. Cuando alguien le preguntaba: ¿Cómo lo sabes? Él simplemente decía: Los muertos no comen…
Esa frase tan fuerte, es bien cierta también en el sentido espiritual: Los muertos no comen…
Cuando a alguien se le predica el evangelio y acepta a Cristo, creyendo en él como su Salvador, pasa de un estado de muerte espiritual a la vida. Pues, ahora tiene a Cristo, y el que tiene al Hijo tiene la vida (1 Juan 5:12) Esa vida, demanda alimento, y ese alimento lo recibe por medio de la palabra de Dios.
Comer, es nutrirse de la Palabra de Dios. Leerla, meditarla, masticar bien lo leído, dejándose llenar de sus enseñanzas.
Notemos bien, la Palabra de Dios es el alimento que sacia la vida del verdadero creyente, de quien tiene una nueva vida. Hay quienes dicen ser cristianos y no leen la Biblia y eso es una contradicción. Así como físicamente comemos todos los días, nuestra vida espiritual necesita alimentarse a diario.
Quienes no se alimentan de la Palabra de Dios, pueden ser creyentes, en el sentido, de que creen que hay un Dios. (Santiago 2:19) pero no manifiestan la vida divina, porque no comen.
Pensamientos para reflexionar