(Léase Números 4)
“Porque de la manera que en un cuerpo tenemos muchos miembros, pero no todos los miembros tienen la misma función, así nosotros” (Romanos 12:4,5)
“Pero ahora son muchos los miembros, pero el cuerpo es uno solo. Ni el ojo puede decir a la mano: No te necesito, ni tampoco la cabeza a los pies: No tengo necesidad de vosotros. Antes bien los miembros del cuerpo que parecen más débiles, son los más necesarios” (1 Corintios 12:20-22)
La tarea de cada Levita, era muy importante, y todas se complementaban, porque Dios así lo había establecido. Imaginémonos que el pueblo se detuviese y al comenzar a armar el Tabernáculo hubiera faltado algún elemento. Si alguien no se hubiese presentado a tiempo, o se hubiesen olvidado las cuerdas, estacas, alguna tabla, o algo que quizás a los ojos humanos no tenía tanto valor. ¿Cómo iban a sostenerse las cosas? ¿Cómo mantener todo en orden y firme para que nada tambalee sin las cuerdas y las estacas? ¿Como proteger las cosas santas y valiosas sin las cubiertas? Eso nos muestra que en la obra del Señor todos somos necesarios y nadie puede faltar.
Obviamente, no todos hacían lo mismo, como tampoco nosotros. Los Coatitas portaban sobre sus hombres lo que representaba claramente a Cristo. Y esto era bien evidente, como el trabajo de los evangelistas, los pastores y maestros.
Los Gersonitas, llevaban las cortinas y las cubiertas. Ellos tenían un servicio de preservación. Como todos aquellos que velan para que las verdades sean protegidas y nada se eche a perder.
Los Meraritas por su parte cargaban todos los elementos de unión, tan necesarios para que el testimonio se mantuviera unido y firme, junto y en armonía.
Eran sin duda, diferentes servicios, con diferentes aspectos, pero todos valiosísimos para la gloria de Dios. Pues la presencia del Señor estaba en medio de ellos.
Pensamientos para reflexionar