(LEER DANIEL 3: 1 AL 30)
“Y el pregonero anunciaba en alta voz: Mándase a vosotros, oh pueblos, naciones y lenguas, que al oír el son de la bocina, de la flauta, del tamboril, del arpa, del salterio, de la zampoña y de todo instrumento de música, os postréis y adoréis la estatua de oro que el rey Nabucodonosor ha levantado… y si no la adorareis, en la misma hora seréis echados en medio de un horno de fuego ardiendo; ¿y qué dios será aquel que os libre de mis manos?” (Daniel 3: 4,5, y 15)
“Por cuanto has guardado la palabra de mi paciencia, yo también te guardaré de la hora de la prueba” (Apocalipsis 3:10)
Sadrac, Mesac y Abed-nego se encontraron ante una prueba grande de fe. El rey Nabucodonosor había hecho una gran estatua y había sentenciado que todo aquel que no se postrara en adoración ante la misma, sería echado dentro de un horno de fuego ardiendo. Aquellos jóvenes creyentes en el único y verdadero Dios, sabían que no podían postrarse ante nada ni nadie que no fuera su Dios (Éxodo 20:5, Deuteronomio 6:13,14) y estuvieron dispuestos a sufrir una muerte cruel, con tal de no desobedecer la Palabra de Dios. ¡Qué ejemplo para nosotros!
Ellos no pensaron como muchos pensarían hoy en día: “¡Y bueno!, una vez no es nada, total Dios sabe que nuestro corazón está puesto en él y no en los ídolos… “¡Hay que usar el sentido común! Antes de morir así, es mejor actuar políticamente y transigir. No debemos ser fanáticos. Total, luego bajo otras circunstancias ya podremos testificarle de nuestro Dios …” o cosas por el estilo. Tampoco se desalentaron pensando que estaban lejos de su tierra y en cautiverio, y ante esto nadie se escandalizaría. sino que se mantuvieron fieles a Dios, para vida o para muerte. Y al ser echados al horno de fuego, a ninguno de ellos les ocurrió nada. Bajo el fuego de la prueba Dios los sostuvo, pues ni un cabello se les quemó, ni tampoco sus vestidos, sino solamente se quemaron sus ataduras.
Continúa en la parte (2)
Pensamientos para reflexionar