“Los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas” (2 Pedro 3:10)
“El mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre” (1 Juan 2:17)
La historia del rey y su anillo, nos presenta el carácter transitorio de la vida, donde finalmente todo pasa, sea bueno o sea malo. Por eso, debemos asumir lo transitorio de lo terrenal y gozarnos en lo perenne de lo divino.
Lo que hoy nos aflige parece eterno, sin embargo, pronto pasará y un día, todos los que confiamos en Cristo como Salvador, entraremos en la verdadera esfera de las cosas eternas. Cuando estemos allí, querremos haber sido fieles en nuestra corta estadía en la tierra, porque allí veremos el resultado de lo vivido, pero sin poder cambiar nada.
Hoy es el día de aferrarnos a Dios y confiar en Cristo. De esperar en él. De arrepentirnos de las cosas que hicimos mal y de confesarlas. Hoy es el día de dejarlo todo y servir a Cristo. Luego, será tarde, y todo aquello que no lleguemos a hacer, lo lamentaremos. Cuando estemos con el Señor nos daremos cuenta de que, sobre la tierra, solo se trataba de hacer la voluntad de Dios desde la posición y el lugar en donde nos encontrábamos.
Que por lo que no podíamos hacer no tendremos que rendir cuentas, pero, por lo que Dios esperaba de nosotros sí. Dios sabe todo. Esforcémonos en serle fieles desde la posición y la vida que nos toca vivir, que, finalmente, todo pasará y pronto iremos al encuentro de nuestro Señor.
Pensamientos para reflexionar