“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna… El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios.” (Juan 3:16 y 18)
La Palabra de Dios es categórica: “El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él” (Juan 3:36) La Salvación es por gracia, mediante la fe (Efesios 2:8) El que cree en el Hijo como su Salvador, es salvo y tiene la potestad de ser llamado hijo de Dios (Juan 1:12) Pero el que no cree, sino que rehúsa, está perdido, y no verá la vida, la ira de Dios, está sobre él.
Para todo aquel que rehúsa creer, mostrando de esa manera una voluntad activa en rechazar la gracia que se le ofrece, Pues, (nadie se pierde porque ha querido, pero no ha podido creer), Dios no tiene más salvación que ofrecerle. (Véase Juan 5:40 y Hechos 4:12)
La Biblia dice claramente que, Dios no se agradó en los sacrificios, ofrendas y expiaciones por el pecado, ofrecidos según la ley, sino en el sacrificio de Cristo, hecho una vez para siempre. (Hebreos 10:5-10) y que nos ofrece lo que satisfizo su corazón. Por lo tanto, todo aquel que recibe el mensaje del evangelio, debe encontrar su plena satisfacción, en aquello que satisfizo el corazón de Dios. Sin embargo, el pecador perdido, en su locura, rehúsa con su desprecio, lo que satisfizo a Dios, no encontrando satisfacción alguna en aquella obra maravillosa.
Pensamientos para reflexionar