“Estaba cerca la fiesta de los judíos, la de los tabernáculos; y le dijeron sus hermanos: Sal de aquí, y vete a Judea, para que también tus discípulos vean las obras que haces. Porque ni aun sus hermanos creían en él. Entonces Jesús les dijo: Mi tiempo aún no ha llegado, mas vuestro tiempo siempre está presto. No puede el mundo aborreceros a vosotros; mas a mí me aborrece, porque yo testifico de él, que sus obras son malas. Subid vosotros a la fiesta; yo no subo todavía a esa fiesta” (Juan 7:2-8)
Llega el fin de año y vienen días festivos. En tiempos del Señor también había festividades. Juan, el evangelista cuenta como los mismos hermanos de Jesús, lo incitaban a ir a la celebración de la fiesta de los Tabernáculos. (Véase Juan 7) Israel tenía también un calendario festivo. Aunque, sus fiestas eran en su mayoría, establecidas por Dios (Véase Levítico 23) No eran exactamente lo mismo que para el mundo cristiano actual, donde se celebra según la invención del hombre, sin tener mandamiento alguno de la Palabra, ni nada por estilo.
El Señor Jesús, quien cumpliría en sí mismo lo que representaban aquellas cosas que estaban establecidas en la ley (Hebreos 10: 1) No subió con sus hermanos a la fiesta. Ellos, en ese momento, no creían en él, ni se daban cuenta de muchas cosas. Por eso Jesús les dijo: Mi tiempo aún no ha llegado, más vuestro tiempo siempre está presto… Subid vosotros a la fiesta; yo no subo todavía a esa fiesta, porque mi tiempo aún no se ha cumplido…” (Juan 7:6 y 8) Diciéndoles con eso, que el tiempo de los que siguen la corriente de este mundo, aunque rechacen a Dios, siempre está presto para festejar lo que venga. Ellos, en ese momento, no lo hacían por fe, ni con adoración por lo que esa fiesta representaba, sino porque les gustaba festejar, tal como sucede hoy en día.
Continúa en la parte (2)
Pensamientos para reflexionar