Pero vosotros tenéis la unción del Santo, y conocéis todas las cosas. No os he escrito como si ignoraseis la verdad, sino porque la conocéis… Os he escrito esto sobre los que os engañan. Pero la unción que vosotros recibisteis de él permanece en vosotros, y no tenéis necesidad de que nadie os enseñe; así como la unción misma os enseña todas las cosas, y es verdadera, y no es mentira, según ella os ha enseñado, permaneced en él” (1 Juan 2: 20-21 y 26-27)
Cuando el apóstol Juan escribe sus epístolas, la fe cristiana era atacada por las enseñanzas heréticas del gnosticismo. Para los gnósticos (de gnosis = conocimiento). Los cristianos tenían fe y se conducían por ella, pero sólo los iniciados en su filosofía poseían el verdadero conocimiento. Ellos se atribuían la prerrogativa de conocer los misterios y el pensamiento de Dios teniendo una revelación especial.
Eso desde luego era falso, y Dios por medio del apóstol Juan habla muy claramente al respecto. Les dice a los creyentes de aquel entonces que habían sido atacados con estas falsas doctrinas. “Pero vosotros tenéis la unción del Santo, y conocéis todas las cosas… así como la unción misma os enseña todas las cosas…” 1 Juan 2:20, y 26-27)
La unción del Santo, era el Espíritu Santo mismo derramado sobre los creyentes desde el momento de su conversión que los capacitaba para comprender las cosas que para los hombres naturales son locura. Todo creyente tiene esa unción porque tiene el Espíritu de Cristo en él, y si no tiene ese Espíritu, el tal no es de él (Romanos 8:9) Por lo tanto, esos versículos querían decir que los creyentes tenían acceso a todas las verdades y no como decían los gnósticos. Eso no quería decir que no tenían necesidad de tener maestros como dones provistos por Dios para la edificación, sino que no necesitaban de ninguna revelación extra.
Continúa en la parte (2)
Pensamientos para reflexionar
