
“Si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación” (Romanos 10:9,10)
Muchos dicen haber visto a creyentes apartarse y “perder su salvación”. Primeramente, debemos reconocer que cada caso es particular, y solo Dios conoce verdaderamente a los que son suyos (2 Timoteo 2:19) Nosotros, conocemos de las personas su confesión, pero, muchas veces, hay una confesión de Cristo incompleta, una aceptación mental, intelectual, porque a las personas se les predicó y se les hizo hacer una oración de arrepentimiento y luego de eso se les dijo que son salvos. Cuando, si eso, no fue una confesión real, de alguien que no solo comprendió que estaba perdido, sino que se sintió perdido y aceptó a Cristo, en esa persona no se produjo nunca el nuevo nacimiento y, por lo tanto, esa persona no es salva. Personas así, pueden congregarse por un tiempo, pero finalmente se alejarán atraídos por las cosas del mundo, pues su naturaleza jamás cambió. Se cumple lo que está escrito. Vuelve la puerca lavada a revolcarse en el cieno. (2 Pedro 2:22) Esas personas, no perdieron su salvación, sino que jamás fueron salvas.
En cambio, si alguien realmente aceptó a Cristo confiando en él como su salvador, y luego se apartó del camino, esa persona se sentirá mal, porque no es una puerca lavada, sino una oveja del buen pastor. Y el Señor no la dejará, sino que la traerá nuevamente a las filas del testimonio para que glorifique su nombre.
Pensamientos para reflexionar