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“No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos… Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí…” (Mateo 7:21-23)
“El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida” (1 Juan 5:12)
La salvación es una cuestión de vida. Esto es algo que generalmente se olvida. Quienes viven sin Dios y no conocen a Cristo, espiritualmente están muertos. “Muertos en delitos y pecados” (Efesios 2:1)
Pero Dios, en su amor, nos ha dado a su Hijo para que muriese por nuestros pecados y nos diese vida.
Las personas que aceptan a Cristo como Salvador, pasan de la muerte espiritual a la vida. Y tienen la seguridad que no hay para ellos condenación (Juan 5:24) La Palabra es clara: “El que tiene al Hijo tiene la vida” (1 Juan 5:12) Nadie puede decir que es salvo, pero que no tiene la vida. Ni que tiene la vida eterna, pero que no sabe si es salvo Porque ambas cosas forman parte de lo que recibimos por gracia al creer en Jesucristo.
Lamentablemente, muchos toman la piedad como fuente de ganancia (1 Timoteo 6:5) En esos lugares se predica un mensaje incompleto y no el verdadero evangelio. Y a la gente le gusta, porque los mensajes son motivadores y bíblicos en apariencia. En esos medios, a todos, se los trata de hermanos y se los hace sentir como salvos siempre que se congreguen y cumplan con la “iglesia”. Eso es una de las peores herejías.
Nosotros, debemos predicar la palabra de verdad, el evangelio de la salvación (Efesios 1:13) Para que las personas sean salvas y tengan vida.
Pensamientos para reflexionar
